CAPÍTULO UNO. PESADILLAS GuruClef abre los ojos lentamente, está mareado y desorientado. Nunca había probado vino y se arrepiente sinceramente de haber aceptado la copa que le ofreció Caldina (bueno, en realidad casi se la hizo beber a la fuerza). "Casi no recuerdo nada", piensa, "y lo que recuerdo es muy confuso. Espero no haber hecho el ridículo..." Está en su habitación, no tiene idea de cómo llegó y de pronto advierte que, contrario a todas sus costumbres, su ropa está en el suelo, junto a la cama. Se siente tan sorprendido (¡él es demasiado quisquilloso como para dejar algo tirado de esa manera!) que tarda unos segundos en advertir que no se trata sólo de su ropa: también hay un vestido y Nikona está acostada ahí, como en un almohadón, roncando aparatosamente. "¡Oh, cielos! ¡No recuerdo qué pasó anoche!!" No es sino hasta ese momento que se da cuenta de que hay alguien junto a él en la cama. Se vuelve para mirar (con mucha precaución y algo de miedo); al principio solo ve una larga (y espléndida) cabellera azul: es Marina, con una dulce y suave sonrisa apenas dibujada en los labios. Para acabar de rematar la cosa, Clef se da cuenta de que lo que Marina lleva puesto es una de las pijamas de él. Los últimos efectos del vino desaparecen de golpe. Clef se sienta, está a punto de hablar, pero algo que debería haber notado desde el principio capta toda su atención: hay una gran mancha roja en el pecho de Marina y, mientras él la contempla la mancha sigue creciendo. Temblando, trata de despertarla: está helada... no hay pulso... y el origen de la mancha es una herida (probablemente de puñal) justo en el corazón. La pijama y la sábana color de nieve siguen poniéndose rojas, la sangre las desborda y gotea en la alfombra, que empieza a teñirse también de rojo. Clef despierta gritando. Está en su habitación (perfectamente ordenada) y lo más cercano a compañía femenina es Nikona, que sigue roncando en un almohadón a los pies de su cama. El sueño se repite todas las noches; cada vez, Clef despierta aterrado y no puede volver a dormirse. Presea encuentra a Clef sentado en el brocal de la fuente (la famosa fuente donde conversaban Lucy y Lantiz). Él está pálido y ojeroso, y se sobresalta cuando ella carraspea para llamar su atención. -¿Eh? ¿Qué? -reacciona él. -GuruClef... ¿Qué es lo que te ocurre? ¿Estás enfermo? -Oh, no, Presea. Nada de eso. Es sólo que he dormido mal últimamente. -Si tienes algún problema, puedes contármelo. Clef sonríe, deja el báculo apoyado contra fuente y cruza las manos en el regazo, pero sigue con los ojos bajos y no dice nada. Presea se arrodilla frente a él y le toma las manos. -Por favor, dime de qué se trata. Quizá yo pueda ayudarte -insiste -Eres muy amable, pero no creo que puedas hacer algo al respecto. He tenido la misma pesadilla todas las noches desde hace algún tiempo: sueño que despierto después de una fiesta y encuentro a Marina muerta,... asesinada... Y en la pesadilla no sé si lo hizo alguien más o si... o si fui yo mismo quien la mató... -¿Eso es lo que te tiene tan mal? Pero es sólo un sueño. -Un sueño demasiado realista para mi gusto y me preocupa que pueda volverse realidad. -Ojalá así fuera -hay una rabia terrible en la voz de la muchacha. -¿Por qué has dicho eso? -Clef no puede creer lo que acaba de oír. -Porque desde que llegaron, las Guerreras Mágicas han logrado destrozar todos mis sueños. Incluso ahora que no están, tú sigues pensando en Marina. ¡Quisiera haber sido yo quien soñara con su muerte, eso me haría muy feliz! -¡Presea! -¿Es que no lo entiendes? Tú eres muy importante para mí. Eres lo más importante... -He oído eso antes. ¿Quién eres tú? -¿Eh? Clef se aparta con brusquedad y toma el báculo. De pronto luce severo, antiguo y poderoso. La señala con el báculo y habla en un tono capaz de asustar a cualquiera: -Ya te lo pregunté una vez y me mentiste. Lo toleré entonces sólo para darte la oportunidad de ayudar a Lucy. Pregunto de nuevo y esta vez exijo la verdad: ¿Quién eres? ¡Responde! Presea (o quien quiera que sea) se pone en pie y se acerca al hechicero, lo toma por los hombros y se inclina para hablarle al oído. -Soy Lisand -susurra-. He vuelto, mi amor. Los ojos de Clef se agrandan por la sorpresa, al tiempo que él se pone terriblemente pálido. -Tú! ¡Aléjate de mí! Presea, perdón, Lisand sonríe y trata de abrazarlo. Clef grita y levanta el báculo. Una luz blanca envuelve a Lisand. -¡No de nuevo, Clef! ¡No voy a permitirlo! Al ruido, acuden Lantiz y Ráfaga. No hay rastro de Lisand, pero encuentran a Clef en el suelo. El báculo está roto, la tiara de Clef está quebrada en tres partes (uno de los fragmentos le ha hecho una herida en la frente) y la piedra del anillo mágico se ha vuelto negra. -¡Santo cielo! ¿Qué pasó aquí? -exclama Ráfaga, sin recibir respuesta. Marina abre los ojos lentamente, está mareada y desorientada. Nunca había probado vino y se arrepiente sinceramente de haber aceptado la copa que le ofreció Caldina (si Clef no hubiera aceptado primero, ella nunca se habría atrevido). "Casi no recuerdo nada", piensa, "y lo que recuerdo es muy confuso. Espero no haber hecho el ridículo." Está en un prado y no tiene idea de cómo llegó. El lugar está tan repleto de flores blancas que parece nevado, detrás suyo hay un gran árbol que extiende sus ramas inmensas como si quisiera protegerla. Más flores blancas caen lentamente, como copos de nieve. "Parece que el árbol estuviera llorando, me pregunto por qué." Entonces advierte que hay alguien acostado junto a ella. Se vuelve para mirar (con mucha precaución y algo de miedo: es Clef, con las manos cruzadas sobre el pecho y una sonrisa apenas dibujada en los labios. "¿¿Qué fue lo que pasó anoche??" los últimos efectos del vino se desvanecen de golpe. Al principio se siente angustiada, pero la expresión de Clef la tranquiliza. Está a punto de besarlo en la boca cuando descubre que él no está respirando. Hay una gran mancha roja en la camisa de Clef, justo bajo sus manos, y la piedra de su anillo se ha vuelto negra. Mientras la contempla, la mancha sigue creciendo. Temblando, toma a Clef por las muñecas y separa sus manos. Está helado... no hay pulso... y el origen de esa mancha es una herida (probablemente de puñal) justo en el corazón. La camisa y la capa color de nieve siguen volviéndose rojas, la sangre las desborda y empieza a gotear sobre las flores, que empiezan a teñirse también de rojo. Marina despierta gritando. Al día siguiente, a la salida de clases, se reúne con Lucy y Anaís en la Torre de Tokio. Marina está muy alterada y las otras lo notan de inmediato. -¿Marina? ¿Te ocurre algo? -pregunta Anaís -Tuve una pesadilla horrible. Soñé con Céfiro -Eh... Yo también soñé con Céfiro anoche. -Y yo. -¿Soñamos lo mismo? ¿Entonces cómo es que están tan calmadas? ¡Yo soñé que GuruClef estaba muerto! -¿QUÉEE?? -dicen las otras dos Marina cierra los puños con fuerza. No viviré tranquila mientras no sepa que él está a salvo... Ustedes saben... -Sí, Marina, sabemos lo que sientes -la tranquiliza Anaís. -Yo... yo tengo que volver. Fue un sueño demasiado realista y tengo miedo de que se vuelva verdad, como los sueños que Lucy tenía cuando lo de Demoner... Lucy y Anaís asienten. -Estoy de acuerdo contigo. Las tres debemos volver a Céfiro y averiguar si hay algún motivo para esa pesadilla -dice Lucy. -Volveremos las tres, de alguna manera -completa Anaís. A Marina se le llenan los ojos de lágrimas. -Gracias, chicas. Se toman de las manos y sonríen... y la Torre de Tokio desaparece. Las Guerreras Mágicas están cayendo... por tercera vez. -¡Estamos en Céfiro! ¡De nuevo! -exclama Lucy, entusiasamada. Anaís grita con todas sus fuerzas. -¿Qué te pasa? -pregunta Marina. -¡Sé que no es el momento para preguntarlo! ¡Pero, si a GuruClef le ha pasado algo...! -¿Qué? -preguntan Lucy y Marina a coro. -¿Quién va a evitar que nos estrellemos?? -... -... Ahora son las tres las que gritan a todo pulmón, mientras se acercan al suelo, cada vez más rápido. Continuará... (eso espero)